HISTORIA DEL INSTITUTO
DE HERMANAS BETHLEMITAS
ASOCIACION DE LAICOS
BETHLEMITAS
Por medio de esta síntesis histórica se presentan los orígenes del Instituto de Hermanas Bethlemitas. El Instituto de Hermanas Bethlemitas, surge de la Orden del mismo nombre, iniciada en Guatemala el año 1658 por el santo hermano Pedro de San José Betancur, natural de las Islas Canarias. Pedro llega a Guatemala en 1651 dispuesto a entregar su vida en misión de amor y caridad en favor de este pueblo. Su amor al misterio de Belén y a nuestra Señora, lo impulsan a practicar las obras de caridad y misericordia en beneficio de todos, pero especialmente de los enfermos abandonados y de los niños pobres. La vida ejemplar de Pedro transcurrida en oración, penitencia y servicio, atrae a sus primeros compañeros de apostolado y con ellos funda un hospital para convalecientes, origen de la Orden Bethlemita. Antes de la fundación del hospital, Pedro ya había iniciado su labor educativa con la fundación de una escuela para niños pobres y para la enseñanza de adultos, que funcionaba en la «Casita de la Virgen», pequeña propiedad adquirida por él, para atender las necesidades del pueblo.
La Orden Bethlernita fundada por el hermano Pedro, se extendió por América desde Méjico hasta Argentina, realizando un servicio de caridad en muchos hospitales, y de promoción humana en las escuelas. Poco después de la muerte de Pedro. Se inicia la rama femenina, origen del actual Instituto de Hermanas Bethlemitas. En 1668 bajo la autorización y acogida del hermano Rodrigo de la Cruz, se inició el Beaterio de Belén, el cual floreció de la Orden y a diferencia de los otros beaterios de su época, siempre realizó un servicio caritativo en favor de los necesitados.
La historia de este Beaterio es de mucha importancia para el Instituto porque se mantuvo el carisma Bethlemita cuando por razones políticas las Cortes de Cádiz suspendieron la Orden masculina.
Suprimida la Orden. Dios quiso salvar el carisma de Pedro, suscitando la vocación de la vocación de la Madre María Encarnación Rosal, quien gracias a su impulso espiritual, alcanzó para el beaterio una gran renovación en todos los aspectos de la vida y de su apostolado. Ella preparó los caminos para su aprobación definitiva alcanzada en 1909, como Instituto Pontificio.